Pelamos la cebolla y lavamos el tomate. Después, los picamos muy finos, lo máximo posible, para que se vean pero que se noten lo justo.
Elegimos unos aguacates maduros pero no blandos. Es decir, la piel debe estar firme hasta el punto de que al apretarla con el dedo se hunda ligeramente. Seguidamente, cortamos los aguacates por la mitad hasta el hueso y giramos cada parte, separando así las dos mitades. Con la ayuda de una cuchara, retiramos el hueso y vaciamos las mitades en un bol. Lo recomendable es triturar los ingredientes con un tenedor de plástico o madera. De esta forma, evitamos la oxidación y logramos al final una pasta más o menos irregular con tropezones.
A continuación, añadimos al bol el zumo de la lima sobre el aguacate y aplastamos de nuevo con el tenedor. Después, incorporamos dos cucharadas de hojas de cilantro fresco.
Mezclamos con el tomate y la cebolla que hemos reservado previamente y sazonamos con una pizca de sal.
Picamos el chile serrano muy fino. Lo integramos a la mezcla con la ayuda de una cuchara de madera haciendo movimientos envolventes para conservar la textura irregular de la salsa.
Para preparar los langostinos, retiramos la piel y la cabeza a los mismos. Después, les hacemos un corte a lo largo de su lomo para retirarles el intestino o hilo negro. Reservamos.
En una sartén calentamos un chorrito de aceite de oliva virgen extra. Añadimos los langostinos y sofreímos durante unos minutos, hasta que veamos que se tuestan un poco y cambian de color. Salpimentamos y reservamos. A su vez, preparamos los huevos pochés.
Para terminar, untamos el guacamole sobre las tostas de pan y colocamos encima los langostinos y los huevos pochés. Si queremos decorar nuestra elaboración, podemos añadir un poco más de cilantro por encima para dar un toque extra de color.